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La Rosa más bella del baile

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"A esta hora exactamente"

"Es honra de los hombres proteger lo que crece" Por Héctor Nuno González  Van por ahí, sigilosos y con una tristeza en la mirada imposible de ignorar: "Señor, ¿Me puede colaborar para comer comprando caramelos"?  Deberían estar en la escuela, pero en las mañanas merodean en locales de venta de empanadas. Deberían estar a resguardo familiar bajo un techo digno en las noches, pero los vemos en los restaurantes y sitios de comida rápida. Buscan una estrella en el sitio del hambre en los rincones de San Carlos, Tinaquillo y demás ciudades de Venezuela.  Armando Tejada Gómez escribió su poema "Hay un niño en la calle" en 1958, dejando reflexiones hoy vigentes y que van ilustrando este escrito. Nos invita a emplazar el funcionamiento de un mundo donde pocos tienen tanto y la mayoría tiene poco y nada.  ¿Qué haces aquí a esta hora, mi pana?, pregunté una vez. "Mamá está de cumpleaños, quiero llevarle un regalo. Yo doy todo por ella. Ya me falta poquito"...

La enfermera de los ojos verdes

  "Todo pasa por algo". Odiaba esa frase con todo mi corazón, hasta el día que conocí a la enfermera de los ojos verdes, en aquel marzo de sabanas y sábanas ardientes. Yo, acostumbrado a fallar más que Shaq O'Neal desde la raya de tiros libres, me sentí "bañado en leche", como decía mi abuela, cuando aquel ángel dorado se acercó a mí para inyectarme un calmante que aliviara el dolor, después de la brusca caída de la moto en la avenida circunvalación. Sus ojos eran verdes como esmeraldas, su piel de lirio blanco debía provocar la envidia de las ninfas y la serenidad de sus gestos podía tranquilizar hasta a Moby Dick. El médico de guardia interrumpió mis observaciones y cavilaciones: -Tiene fractura de tibia, el resto son golpes menores; necesitamos tenerlo unas horas más para aplicar antibiótico. Esas horas anunciadas por el galeno tuvieron más atención de mi parte que el diagnóstico y el estado de mi golpeada pierna derecha. Me dolía, sí; pero la presenc...

Noticieros, tragedias cotidianas y los millones de Elon

  Por Héctor Nuno González Mientras Teresa rezaba frente al altar de José Gregorio Hernández, suplicando un milagro para su hija, los noticieros matutinos reproducían la fastuosa noticia del aumento en la fortuna de Elon Musk. Ocupado en sus gestiones de canonización, el nuevo santo no atendió la petición y su hija murió por culpa de una mala praxis médica en un hospital de Venezuela que, como casi todos, está lleno de carencias y malas condiciones para la atención a la gente.  Tras cerrar con los millones de Elon, pasaron a dar la novedosa noticia de un video viral de un oso polar que bailaba al ritmo de Oscar de León, y cómo el famoso video difundido por una cuenta anónima alcanzó los 35.789 millones de likes en Instagram, batiendo un nuevo récord de reacciones. Teresa aún estaba hincada cuando el médico de guardia le anunció la trágica noticia. A esa misma hora, murió el señor Juan por no atender a tiempo un problema en la próstata por culpa de la pobreza.  No había lu...

Soliloquio de un mendigo en San Carlos

  Por Héctor Nuno González Tras cometer el acto más infame de mi vida, decidí fingir demencia porque no soportaría mirar los ojos de los demás.  San Carlos es una ciudad de clima duro, pero con la soledad ideal para un mendigo. Aquella noche, durmiendo bajo la estructura de un edificio en construcción, lloré como un niño y me arrepentí una y otra vez de la atrocidad cometida. Mis primeras acciones como deambulante fueron caminar descalzo al mediodía por el centro y sus calles principales, usando solo un bóxer roto, una franela apestosa amarrada a la cabeza y lentes oscuros para evocar algo de algún estilo reciente. Los lentes, además, me ayudaban a ocultar la pena que me carcomía las vísceras y martillaba el pensamiento con una saña apocalíptica.  Tarde o temprano lo descubrirán, eso es seguro, pero para entonces ya todos creerán que estoy loco en verdad. Era domingo y San Carlos flotaba de calor, sus calles solitarias hervían como lava volcánica y mi concienc...

¡No pierda el entusiasmo! Homenaje a Isaías Medina López

Foto tomada por José Ramón Camacho a las afueras de la Cinemateca de San Carlos, el 06-12-2024 Ese terreno baldío que sucede a la partida de un amigo (Alberto Cortez), solo podrá ser llenado por su recuerdo y, en el caso de Isaías Medina López, por su poesía.  -Poeta, no pierda el entusiasmo-, nos repetía el maestro de forma permanente en las decenas de encuentros donde nunca le vi masajearse el ego y siempre le vi sentado al lado de todos, sonriente, solidario, divertido y tristemente sobrio. Creo que su impronta se explica de muchas formas, pero elijo las palabras del poeta Silvestre Botello en el homenaje que le hicimos con la Escuela Nacional de Poesía Juan Calzadilla: "Íbamos a un recital y ahí estaba Isaías. Íbamos a un velorio de cruz de mayo y ahí estaba Isaías. Íbamos a cantar parrandas y ahí estaba Isaías"... Gracias a él, estoy convencido de que la solidaridad es el único sinónimo de humildad. El poeta amaba su tierra, su calor, sus ríos, sus bares, la sabana, sus ...

El monaguillo de la iglesia

Por: Héctor Nuno González Ilustración: Danny Figueredo Camila no sabía qué hacer con aquellas sensaciones, nadie le había explicado. Por eso, cuando aquel flaco de facciones finas y ojos tristes apareció comandando la entrada del cura en la homilía, pensó que temblaba la tierra. Parecía una plastilina gigante, superaba los 185 centímetros de estatura y asistía al sacerdote con tal diligencia y voluntad, que no pudo concentrarse ni aquel domingo ni los siguientes.  Había llegado al pueblo proveniente de tierras frías, su familia cambió los andes por el llano porque sus abuelos ya no soportaban el frío inclemente que se les metía en los huesos y les dolía para respirar. No más llegar, se puso a la orden en la parroquia.  Camila tenía 12 años recién cumplidos y la vida le estaba mostrando de golpe la rudeza de los cambios naturales. Sus padres la abandonaron cuando tenía un mes y vivía con una amorosa tía que trabajaba demasiado, no tenía tiempo para orientarla y hacer...