Enero inició presuroso, apenas el día uno se nos fue Doña Mary dejando un vacío imposible de llenar y un suspiro eterno en el alma de mi lirio blanco, mi madre, que apenas inicia la adaptación a vivir mutilada, porque cuando se va un ser querido se siente eso, que con ellos se fue una parte de ti. Cuando reaccioné estaba febrero encima, lo supe por la fuerza del sol haciendo estragos en mis ojos de ancestro ibérico, principal responsable de mi fotofobia, y un pensamiento me invadió en medio de una rutina cada vez más rauda y furiosa como un río crecido: No estoy haciendo nada por la literatura. No recuerdo la última vez que produje un párrafo decente, y vaya que eso es malo. Cuando me emplacé por ello, lo justifiqué que estaba ocupado en un millón de tareas necesarias para sobrevivir en mi país, cada vez más deshumanizado e invivible. Fue entonces cuando decidí imponerme este ejercicio con el objetivo de mantener caliente el brazo y la prosa, que al igual que los músculos, s...
Escribo para que la gente recuerde