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Entrevista con el difunto


Por Héctor Nuno González 

En 30 años de intensa labor periodística, topé con presidentes, ministros, cancilleres, caníbales, magos, escritores, narcisos y otras especies, pero jamás el oficio me exigió tan aguda pericia como el día que me tocó entrevistar a un difunto. 
Fabián de los Reyes Parreira murió una caliente mañana de marzo, en medio de una atmosfera enrarecida por su imprevista partida y la discordia familiar por tajadas de la herencia.
En medio de la siesta, mi jefe procuró mi atención vía telefónica: -¿Ya supiste que murió Don Fabián?-, -Si, pobre hombre, lo único que tenía era plata-, -pues te tengo una encomienda especial que cerrará con broche dorado tu carrera-, -aja, y me imagino que al retirarme seré inmune a los achaques de la vejez-, -deja el sarcasmo para otro momento, esto es serio. De buena fuente me dijeron que el espíritu del viejo ronda por la casa, se sienta en su despacho enojado y lamentando su muerte. Ya que puedes hablar con ellos, es tu oportunidad de entrevistarlo y contarle a tus lectores la experiencia de morir-, -Cuando pensé que más loco no podías ponerte, superas tus propios límites, te felicito-.
-Vamos trovador, qué cosa puede haber mejor para conocer lo que hay más allá de la muerte que el testimonio de un difunto, tu eres el único que sabrá cómo abordarlo, nadie podrá contarlo mejor, harás historia, tu sellada inmortalidad tendrá una guinda esplendida-, -no tengo necesidad de demostrar nada, más confieso que imaginar qué cosa preguntarle a un muerto me sube la libido, lo pensaré, llama en una hora-.      
No pensé en nada, me sabía incapaz de resistir semejante propuesta. Contemplé un instante mis pensamientos, eran nítidos. Don Fabián me parecía un sujeto arrogante, capaz de todo por sentirse superior, nunca soporté a gente así, pero ahora está muerto, puede que así también quiera seguir figurando y revele cosas que solo en la eteriedad se ven; la intuición me guiará.
Pasaron 10 minutos desde que colgó el jefe, le marqué y apenas respondió dijo: -Sabía que aceptarías, tu alma de periodista es infalible-. –Iré hoy por la noche vestido para velorio, apenas dé el pésame, veré cómo entro al despacho-, -haremos historia trovador, haremos historia-.
A las siete en punto salí de casa, el velorio era a dos cuadras en línea recta, no más levanté la vista divisé hileras de vehículos parqueados a ambos lados de la calle, constaté la presencia de mi grabadora y libreta de apuntes en los bolsillos del sobretodo y aceleré el paso. Medité un instante las preguntas, no tenía formulación precisa, no aún, ya antes me pasó y la entrevista salió prolija, aunque romper el hielo con un muerto no ha de ser sencillo.
La mansión Parreira, lúgubre y oscura, acogía solemnemente el velatorio de su más encopetado patrón. Alrededor del sarcófago en la sala principal, sentados sin mediar palabra alguna, familiares cercanos y amigos yacían en un pesar fútil. Me acerqué a sus dos hijos, estreché sus manos y palmeé sus hombros en señal de condolencia, siempre en silencio y con gesto afable sobreactuado ante la ausencia de palabras adecuadas.
Cumplido el protocolo, debía encontrar la forma de subir al despacho, en mi hoja de ruta estaba Lupita, la criada de la casa, y con quien tuve amores fugaces en mis dorados 35. Tuve suerte de hallarla en el jardín, parada a los pies de un almendrón, me acerqué con parca seguridad-.   
-Vea Lupita, no andaré con rodeos, necesito entrar al despacho de Don Fabián y entrevistarlo, tenga la bondad de dejarme pasar-, -sabía que vendrías, mi querido trovador, fui yo la que le dije a su jefe que el viejo estaba penando allí arriba, quejándose como siempre de todo, hasta todavía me llama, figúrese. Tome la llave y suba, hará la nota de su vida-, -envolví su mano áspera y frágil antes de coger la llave y le dije: quisiera agradecerle cogiéndola como nunca, pero no prometeré lo que no puedo cumplir, por eso me limito a darle las gracias, es usted muy amable-.
Mientras subía la escalera se me helaba la sangre, estaba aterrado, por cada paso dado subían las pulsaciones y a pesar de los sollozos del funeral, cada vez oía más fuerte el latir de mi corazón. Es cierto que podía hablar con muertos, desde niño los oigo penar en su mundo, pero jamás me vi en la necesidad de interrogarlos, jamás.
Una vez frente a la puerta, cogí aire y la abrí, pálido de miedo pero imperturbable en mis objetivos. Cuando entré, en efecto estaba Don Fabián en su forma etérea, sentado sobre una silla ejecutiva y portando su traje HRH, tenía las piernas cruzadas y una mirada sarcástica clavada sobre mí. –Pasa muchacho, olvidemos las solemnidades en esta ocasión, tengo rato esperándote y sé que estas ansioso como yo, no olvides que son mis primeras palabras como difunto, ponte cómodo, enciende la grabadora y la retórica-.
-Se lo agradezco mucho, Don Fabián, creo que con esto pondré fin a mi carrera, mire que tengo cosas para contarle a mis nietos, pero esto superó los límites de mi imaginación-, le dije con el pulso cada vez más raudo mientras me sentaba frente a él, coloqué el grabador sobre el escritorio y abrí mi libreta de anotaciones.
Ahora que está muerto, ¿percibe igual que nosotros? ¿Le importan todas las cosas materiales que dejó en vida?
Lo que me llevó hasta aquí de forma tan intempestiva, fue justamente todo ese empacho de cosas, lo heredado me robó la infancia, en lugar de corretear por charcos y caminos tenía que aprender modales pomposos, palabras decoradas y cuentas de muchos ceros para llevar los compromisos que por gracia de la providencia me fueron otorgados. Pura mierda, me dejé 3 ulceras, 1 trombosis y un ACV en el camino, atendiendo obstinadamente lo que, ahora se, es una maldición.
Vivo no haría estas reflexiones, me conociste y era un viejo insoportable y tacaño. La visión desde acá es otra, no sé en qué estado del limbo, cielo o infierno estoy, pero no necesitar un reloj es buena señal. Al verme salir de lo que era mi enclenque y arrugado estuche, fue como si se agudizaran los sentidos. Trato de usar palabras para tu humana comprensión, fíjate que hasta pedagógico y sensible me volví.
¿Puede ampliar ese tema de sentidos agudos?
Vea maestro, de este lado no puede hablarse de sentidos porque no los hay, ¿alguna vez oyó hablar de la intuición? Quizás, en mi intento por hacerme entender, sea esa la palabra adecuada para que puedas reflejarla en tu reportaje.
No hay dolor, ni sabores, ni olores, si una profunda solemnidad que me permite incluso saber, solo porque así llega, el recorrido que hiciste para llegar aquí y el brillo en los ojos de Lupita al verte. Se inclusive lo que piensas ahora mismo y puedo ver el fuego en tu interior, que resplandece con frenesí mientras desarrollas tu oficio. ¿Tú puedes ver el fuego interno de las personas?
¿Al morir se le acercó alguien para guiarlo o darle instrucciones? ¿O a decirle donde estaba y qué debía hacer?    
Nadie, solo había una soledad singular. No oyes nada pero escuchas todo, pasando el volumen por el nivel de desespero, ahora mismo escucho a mi hijo mayor gruñendo de inconformidad por lo leído en el testamento, brama más fuerte que todos los falsos sollozos de los hipócritas afuera sentados, de los cuales lamento ahora saber cuánto desprecio ocultaban. Pero eso es un triunfo de mi arrogancia y egoísmo.      
Desconozco la región que habito, desconozco el nombre y si tiene gobernante, pero se asemeja mucho a un desierto, no hay nada. Es como estar vacío y vaya que conozco lo que es eso, la diferencia es que acá no hay ningún peso aturdiéndote la moral y la conciencia.  
Liberado de ese peso, ¿qué haría si tuviera la oportunidad de volver?
Tampoco querría volver, pero como se trata de contestar tus preguntas, creo que lo primero sería sentarme a tomar un buen vino habiendo tirado antes el celular a la basura, ese pedazo de coltán y plástico no me dejó nunca sorber despacito una copa entera.
Buscaría un método que permita, con mi fortuna, borrar las brechas que separan a opresores de oprimidos en estos lares, así eso me cueste volver a morir en manos del gobierno o de alguna corporación, el verdadero gobierno. Que se vaya todo en eso, menos una parte.
Esa parte a la que me refiero me servirá para salir y conocer el mundo, viajar a los lugares más hermosos del planeta, esta vez sin negocios en la cabeza, conocer otras culturas y otros puntos de vista, acá pensamos que no hay nada más allá de lo que creemos, fíjate que no he visto a San Pedro por ninguna parte, y no faltaba en misa de domingo, ni nadie me ha llevado con un barbudo a responder por mis pecados.
Si, viajaría mucho, es lo que más haría, respiraría, usaría los sentidos que antes no usaba para nada, o que usaba solo para alimentar mi mal genio y presumir de todos los cachivaches que tenía.    
¿Qué piensa hacer ahora?
¿Pensar?, no necesitas pensar en este estado, todo se intuye. Puedo intuir, por no ser arrogante y afirmar, que cuando salgas de aquí te pondrás a escribir, porque las cosas que te digo deben ser vaciadas para que no te atormenten, puedo saber también que es hora de un retiro por la puerta grande, es bueno colaborar con eso, en vida nunca colaboré con nada.
Ahora debo esperar, si esto es a lo que llaman estar penando, es una verdadera pena. No sé qué asunto dejé pendiente, pobre Lupita que a cada rato la ando molestando y aun cree que sigo siendo el mismo, pero es que ella me conocía todos los secretos y quizás ahora pueda saber de qué carajo es que necesito liberarme, cuál asunto es que él está pendiente o de si este será mi infierno. Necesito respuestas trovador, la intuición de la que te he hablado no me sirve en este apartado, si hay alguna especie de maestro o ser evolucionado en este lugar, espero venga pronto y me ayude a pasar de fase, si es que así se dice. Mientras tanto estaré aquí, contemplado mi funeral y mi entierro, no vengas porque no hará falta.  
-Listo, Don Fabián, le estoy muy agradecido, creo que con esto me puedo retirar y morir tranquilo. Me confieso sorprendido por su actitud afable y simpática, suavizó un poco las cargas porque vaya que se me hizo difícil esta entrevista, le hice cinco preguntas que surgieron como en una improvisación planificada, pero tuve que exigirme y ponerme hasta metafísico-.
-Descuida, para mí fue un placer responder tus preguntas, sé que con las respuestas y la pedagogía de tu pluma, algo podemos dejarle a esa pobre gente que se olvida de vivir, ahora ve y has lo tuyo-.
Salí del despacho pasada la medianoche, busqué a Lupita y le di un largo beso en agradecimiento, la emoción impidió miramiento alguno. Mientras caminaba a casa, oía diáfano cada pensamiento o reflexión que pasaba por mi cabeza, jamás fue tan armoniosa la melodía de mis ideas.   
Una vez listo el primer párrafo, siempre el más complicado para los que gustan contar buenas historias, fluyó la redacción de las cuatro cuartillas necesarias para llenar la página tabloide con el reportaje especial, me sentía poseído por fuerzas sobrenaturales. Título a una línea, sumario a dos, el talento del caricaturista para ilustrar la historia y la creatividad del diseñador para darle armonía al especial redondearían la faena. Cuando paré de escribir eran las cuatro de la madrugada.
Dormí un par de horas, fue el descanso más placentero que tuve jamás. El café de aquella mañana tuvo también un sabor especial, su aroma era solemne y su sabor celestial, el que se siente cuando haces lo que amas.
A primera hora entregué en la edición mi encargo paranormal, el caricaturista necesitó solo un par de horas para plasmar la ilustración perfecta, en total correspondencia. Diseño y diagramación hizo su parte de acuerdo a las plantillas establecidas por el estilo del rotativo y pasaron la página a revisión.
Llegó a ojos del jefe a las 12 del mediodía, me llamó a su oficina y lo revisó en mi presencia, silencioso y con su mano derecha en la barbilla, acariciándola mientras recorría con esmero cada línea. Mientras avanzaba, un brillo especial se fue apoderando de sus ojos y su cara iba lentamente dibujando una sonrisa cómplice, hasta que habló: -justo como la esperaba, brillante y reluciente, esmerada y pulcra. Es el colofón que le faltaba a tu intachable trayectoria, una vez lo contemples mañana, puedes irte tranquilo a descansar y a hacer lo que siempre has querido en tu vejez, felicidades y créeme, te echaré mucho de menos-.
Al siguiente día a las ocho de la mañana, no quedaba ninguno de los 850 mil ejemplares que imprime el diario, el ambiente estaba inundado de comentarios sobre el difunto y lo que hay más allá de la muerte. El gobierno nacional envió un comunicado a las oficinas rechazando lo que consideraron una maniobra para crear zozobra en la población para trastornar las creencias orientadas por el clero y la divina providencia. Recostado en mi hamaca, me despedí de Don Fabián que fue a estrechar mi mano en agradecimiento.  
Así di por cerrada mi carrera periodística, dije siempre que serían 30 años y que al retirarme, me iba al paramo andino a disfrutar de la paz y el silencio, y tal vez a escribir algún cuentecito. Tres meses después de llegar al apacible lugar donde tracé este relato, un joven amable y cordial, como todos los de la zona, se me acercó y me dijo: -Señor trovador, venga a mi casa por un café, con eso le muestro la hemeroteca donde guardo todas sus historias-.

 




Comentarios

  1. Excelente relato me encantó

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  2. Brutal Relato, con total seguridad va a la pantalla grande ...

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