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El Lazarillo de Tormes: La nueva aventura


La noche del jueves 24 de noviembre de 2016, la agrupación caraqueña “Cuenta Peregrino” llenó de encanto la sala José Daniel Suárez del Complejo Cultural Mauricio Pérez Lazo con la puesta en escena del clásico de la literatura universal “El Lazarillo de Tormes”, versión del dramaturgo Cruz Noguera y la producción general de Nancy Ortuño. Dicha obra fue interpretada por Andy Pérez, Somar Toro y Esther Jaspe, actores que encarnaron las fortunas y adversidades de la España del siglo XVI para que el público sancarleño pudiera apreciar el tratamiento del tema y lo trasladara a nuestra realidad actual, ya que en el mundo sigue reinando la avaricia, la indolencia y la deshonestidad. 
Lázaro (personaje principal de la obra) desde niño tuvo que servir a un ciego timador que lo enseñó a golpes a ser astuto, a un sacerdote que con su doble moral lo hacía pasar hambre, a un escudero que aparentaba lo que no era, a un arcipreste de modos licenciosos, en fin, tuvo una vida llena de peripecias pero pese a todo la supo llevar con astucia y picardía. Siempre he pensado que los personajes que reflejan la esencia humana nunca mueren, pasan las décadas e incluso siglos y se mantienen en pie como fuertes atalayas para que los actores una y otra vez los lleven de aventura en aventura.
El ideólogo del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral Juan Carlos Gené, decía que “El actor es un creador a quien cabe la responsabilidad de hacer, de un fantasma literario que vaga como una sombra por el papel, una verdad humana irrepetible” y a esta verdad me voy a referir porque es imperativo. Por lo pronto, le dedicaré unas líneas al director de la obra Somar Toro, a quien le tocó también, como ya mencioné arriba, el compromiso de ser un actor clave.
A Toro le tocó la responsabilidad de cristalizar (tamaño compromiso) la versión de Noguera. Cabrujas decía que un texto teatral es sólo un proyecto, algo modificable y lo comparaba con un plano de ingeniería y agregaba que la diferencia que había entre un texto dramático y la obra cristalizada, es decir, llevado a escena, es la que existe entre un plano y un edificio. . . Toro logró ese edificio, esa estructura de manera sólida y estética, utilizando planteamientos ejemplarizantes de la comedia del arte como el uso de máscaras.
Una Mascarada, al estilo del afamado Eduardo Liendo, fue la técnica actoral utilizada por Esther Jaspe para darle vida a (Antona, mujer, vecina, vieja, viuda), lo propio hizo Somar Toro para representar a un (padre, escudero, clérigo, herrero, ciego, alguacil, arcipreste) pues como dijera Eric Bentley “No tenemos opción entre el rostro y la máscara, sino entre máscaras buenas y máscaras malas”, pero esto no es suficiente. . . para lograrlo el vestuario, la iluminación, la utilería, la música, las luces y sombras juegan un papel preponderante. Cuán difícil es ser uno y múltiple y sólo quienes tienen capacidades histriónicas de primera línea pueden realizar este prodigio de forma eficaz.
El Lazarillo de Tormes consiguió su nueva aventura gracias a Andy Pérez. Su carisma, su histrionismo, su presencia artística lograron que la obra picaresca mantuviera su esencia, su carácter moralizante para que saquemos nuestras conclusiones de esta fuerte crítica social y todo de forma minimalista. Con ello se demuestra que el actor es el que da vida. . . un escenario cargado, lleno de elementos no garantiza la conexión con el público, sin el talente de los buenos actores toda obra muere. Por ello insto a la agrupación “Cuenta Peregrino” a que sigan su aventura por toda Venezuela.  


Francisco José Aguiar Ruiz 

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