De Juan Chávez aprendí que el arte, sino está al servicio de las causas humanas, no sirve de nada.
De
Juan Chávez aprendí a ver la amistad como la sombra de un samán, sobre
la que hay que volver, abrazarle, llenarle de cariño y café bien
conversado.
De Juan Chávez aprendí a ver la poesía
en la cotidianidad, en la faena de la costurera, en los ojos tristes
tras las gafas oscuras, en la vida colearada por una buena pintura, en
la tristeza más alta por los que ya no están.
De
Juan Chávez aprendí la abnegación como sinónimo de amor, cuando lo vi
mirando la distancia que Magda no podía, cuando lo vi sujetandola para
que no tropezara.
De Juan Chávez aprendí a
sostener parejo el animo, una simple sonrisa puede ser luz en la
oscurana de nuestros amigos y familiares.
De Juan Chávez aprendí el significado de las fotografías, en realidad son un pacto con el recuerdo.
De
Juan Chávez aprendí la disciplina de escribir y leer todos los días, como
si el universo de las ideas fueran musculos para fortalecer.
De Juan Chávez aprendí que no existe regalo más hermoso que un libro con dedicatoria escrita.
De Juan Chávez aprendí que la vida y la poesía son la misma cosa, porque los sentimientos son la prosa del alma.
Nuno, junio de 2019
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