Por Héctor Nuno González. Texto publicado en su segundo libro, "Estamos hechos de recuerdos".
En un gesto ingrato, Dios la olvidó en sus últimos días, de ella que vivió a su servicio.
El sufrimiento final de su cuerpo mortal parecía liberado de toda superficialidad terrenal, cada segundo de delirio era inconsciente, sin dolor en el espíritu, sin nadie para añorar porque el olvido se encargó de aniquilar a todos.
La tía Cirila era la mujer más buena y desprendida que jamás conocí, la única que vi pensar de una forma y actuar de la misma en un mundo lleno de incongruentes.
Tenía las caderas fuertes, como buena negra, los ojos negros, grandes y profundos, gestos afables y alma pura cual delfín; de su piel se desprendía el aroma digno de los humildes, mezcla del humo del fogón y el dulce de sus conservas de coco.
En los bolsillos de sus batas de adulta mayor, no faltaba un rosario, una estampita de la virgen María y un catecismo pequeño. En su corazón no faltaba la voluntad de evangelizar de acuerdo a los principios de la fe católica.
Decía que necesitaba poco para vivir, los bloques requeridos en su casa pequeña y oscura, prefería verlos edificados en alguna casa de Dios, siempre más grande, espaciosa y cómoda que la de sus siervos pueblerinos. A Cirila no le preocupaban esas cosas, era una idealista convencida e intachable.
"Dios me lo bendiga y la virgen me lo cuide", exclamaba con tono firme cuando, desde el alma, le echaba la bendición a sus numerosos sobrinos o alumnos del catecismo. Todos la amaban y deseaban tenerla de abuela para recibir su amor de aura celestial.
Contar su vida al detalle es harto difícil, por alguna razón nadie refiere nada, quizás el respeto a su aureola de santa impedía a los demás mencionar anécdotas reveladoras, ella tampoco habló de su vida personal, sólo usaba su retórica de misa para presumir de sus servicios a Dios.
La segunda de las hijas de Cruz y Felipe, la que llamó la atención de Tito por sus caderas esculpidas por un artista ducho, se enamoró de Antonio Tovar cuando aún no distinguía entre el amor y la obsesión, entre el aliento y el desaliento.
Se casó con él, agregó el "De Tovar" por delante del Mena en su cédula de identidad y firmó el pergamino de sus amarguras y maltratos.
Se fueron a vivir a una finca muy cercana a San Carlos, a ser medio peones y medio esclavos como eran todos por entonces.
Antonio Tovar era mitad negro y mitad indio, de carácter recio y alma oscura, no conocía la ternura y actuaba como borrego serenatero cuando de enamorar una hembra se trataba. Así sedujo a Cirila una tibia mañana de abril a orillas del Buen Pan, mientras lavaba las camisas que Don Felipe usaba en los bailes. "Si comparo su belleza con esta extensa llanura, seguro que me regala la miel de su ternura", le cantó con voz de coplero alegre.
Cirila lo miró ocultándole cualquier expresión que delatara la explosión de sus sentidos, pero la forma de bajar los ojos y el movimiento de sus hombros le dieron a Antonio razones suficientes para avanzar.
A los pocos días, luego de febriles amores clandestinos, Antonio Tovar pidió su mano a Don Felipe, vestido de limpio para tapar su espíritu egoísta y posesivo. A Cruz no le agradaba el mulato, su instinto le susurraba el mal genio del nuero, un día le oyó decir: "Es que así hablamos los llaneros, duro pa que los demás se asusten". Le pareció una aberración, pero dejó el asunto a Dios, decía que él siempre se encargaba de las cosas complejas y en la que los hombres no podían hacer mayor cosa.
Fueron años duros para Cirila, se levantaba temprano a pilar el maíz, freír el perico, colar el café y montar las arepas, luego pilaba el arroz, escogía los quinchochos y si había, sazonaba la carne para el almuerzo; para la cena, con el sol ya zambullido, repetía la tarea de la madrugada.
La golpeaban casi a diario, Antonio era paranoico y machista. Un día le moreteó el ojo izquierdo por culpa de su bondad, cuando le sirvió otro poco de café a un obrero que lo pidió amablemente. Antonio, como buen machista, confundió cortesía con coquetería, dejó pasar unas horas pero, antes de irse a dormir, le propinó un golpe en el ojo que dolió mucho más en su alma buena.
Fue el colmo, en medio del llanto silencioso prometió librarse de aquel tirano pendenciero a toda costa. Calculó sus posibilidades y se puso manos a la obra. Un domingo, después de su oración mañanera, le pidió perdón a Dios y al dueño de la finca por lo que iba a hacer. Aprovechó la rasca formidable que dormía Antonio en su chinchorro y partió junto a una pareja de obreros maracayeros que se devolvían a su tierra y le prometieron alojo mientras se establecía. También eran seguidores vehementes de la iglesia católica, apostólica y romana, por lo que ofrecieron ayudarla a encontrar cualquier trabajo en alguna parroquia donde algún cura necesitara una mujer de servicio. Cirila se marchó decidida y sin dudas, jamás volvería a ver al hombre que aportó solo amarguras y un apellido en la cédula.
Su vida en Maracay también es un misterio, querido trovador, sin detalle mayor lo único que trascendió fue que ayudó a criar varios muchachos, entre ellos aquel pelotero que llamaban "El Come Dulce". Decidió adoptar o ayudar a criar varios niños porque ella no podía tener hijos, al menos eso cuentan, algo tenía en su vientre que evitaba el cuaje. Dicen que logró tener una niña de un amante desconocido, pero murió por ser un ángel que el señor reclamó, al menos en esa idea llena de fe encontraba consuelo.
Su capacidad de amar aumentaba a diario, lo mismo que su pasión y servicio a la fe, en Maracay se convirtió en una catequista excelsa, gracias al aporte de un cura noble y coqueto, que la acogió en su parroquia afirmando que se trataba de un ángel de los llanos, enviado por la divina providencia a la ciudad para formarse en la prédica de la buena nueva.
En 1984 regresó a Las Vegas, antes de salir le prometió al cura ayudar a construir una iglesia y fundar una parroquia en su caserío. Cumplió su promesa.
Compró un terreno cercano a su hermana María, su dilecta, la cantidad de sobrinos creció exponencialmente, otros venían en camino y eso la ponía feliz. Con la ayuda de dos albañiles ebrios levantó una casita de bloques errantes y paredes encorvadas, una cajita de fósforos en la entrada de un solar gigantesco que sembró de palmeras, mangos, semerucos, aguacates, albahaca y otras hierbas.
Vivía sola y feliz, su amor maternal lo entregó sin medidas a todos sus sobrinos y, muy especialmente, a la iglesia. Inició una serie de acciones orientadas a fundar una parroquia y construir una iglesia, pero antes debía meter a Dios en los corazones de sus vecinos en El Espinal.
Como si fueran tareas dirigidas, dictó en casa clases de catecismo a niños y adultos. Cada 01 de mayo, le rezaba a una cruz forrada con palmas al fondo de su calle, que por eso empezó a llamarse "calle La Cruz de El Espinal"; y conformó un equipo de doñas convencidas de su fe para promover la construcción de una capilla en El Espinal, para tener una casa de Dios más cercana y propia que la de Las Vegas.
El 03 de abril de 1993, fue inaugurada la Capilla Nuestra Señora del Valle y Cirila fue más feliz que nunca. El padre Paco dio la homilía de apertura y bendijo con agua a la cruz de madera que él mismo pondría en la parte superior del altar principal.
El padre Paco era un español de ojos color ámbar, cara de príncipe británico y piel de porcelana, su carisma y picardía aumentó considerablemente el número de feligreses en Las Vegas, especialmente la de jóvenes con caderas nerviosas y refinadas señoras de cinturas turbadas.
Durante su estancia en el pueblo, surgió todo tipo de historias promiscuas. Tal punto alcanzó su fama de don Juan, que las doñas rezanderas regaron en la gente el cuento de que la sayona estaba saliendo en Las Vegas, recorría las calles cercanas a la plaza y desaparecía en la casa parroquial. Dejó bonitos recuerdos en la feligresía y corazones rotos en las damas.
Cirila cambió de sede para impartir las clases de catecismo, la oscura sala de su casa, atiborrada de símbolos cristianos, fue sustituida por la refulgente capilla que, hasta el último día de conciencia plena, sin visión y tomada del brazo por alguno de sus sobrinos, acogió el amor de la responsable de su existencia.
Sus días finales fueron de mucho sufrimiento, de aquellos que hacen dudar de Dios y su infinita bondad. Sin saber quién era y en un cuerpo diminuto y lánguido, dejó este mundo el 08 de enero del año 2015.
Que abnegada fue su tía Dios la tenga en las alturas el cielo se ganó enseñando muy hermosa historia
ResponderEliminarUna obra con excelente descripción de los aconteceres. Excelsa historia.
ResponderEliminarUna muy sentida historia ,en ella nos deja el valor de la mujer , el sentir de un ser entregado al servicio de su prójimo , de Dios. Un ejemplo de vida y bondad. Felicitaciones !
ResponderEliminarHermosa historia nunin me encantó el relato y no conocía la historia... guau me quedé sorprendida todo lo que paso la tía cirila
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