Ilustración: María José González |
Al poeta Ysaac Mujica, por regalarme la idea de escribir este cuento Por Héctor Nuno González Recién empezaba el caserío llamado Las Vegas, no existían las canciones de cuna pero sí las historias de chinchorro, como aquella leyenda surgida tras la extraña muerte de Luis Jaspe, el encargado de sacrificar las reses previo pitido de cacho en el ocaso. Buenos tiempos aquellos, para que los niños se durmieran temprano había que aterrarlos diciéndoles que un saco de huesos aparecería en su hamaca. Las condiciones en las que murió Luis Jaspe fueron suficientes para alimentar los rumores populares en un cacerío pequeño y que todavía desconocía el nombre que la ciencia le iba poniendo a las enfermedades. Aquel verano hizo más calor que nunca, inmensas nubes de humo hacían aún más sombría la tarde predecesora de una noche muy oscura. La electricidad ya inventada en el mundo todavía no se instalaba por aquellos lares y las sombras causadas por la luna abrían la imaginación de grandes y chicos, tan supersticiosos como precavidos. Luis Jaspe trabajaba con los Caballero, familia ganadera en aquella vega fértil que Faustino Morales se aventuró a sembrar en las riberas del caño Buen Pan. Era un zambo lánguido, de mirada sombría y campechano hablar, de esos que sustituyen la S por una J y la L por una R. La noche de su muerte inminente, un zamuro se posó sobre su casa de bahareque ubicada en "El Cerrito". Después de culminar el rosario acompañado de sollozos de moribundo, doña Eloisa se puso a contar cómo todo había empezado unos días atrás, luego de haber sacrificado un toro negro y robusto, bravo y sombrío como el diablo mismo y al que profirió palabrotas retadoras porque nadie en aquel lugar podía ser más guapo que Luis Jaspe. "Mentan que durante ocho días estuvo agonizando, como si el mismo diablo se le hubiera metido dentro del cuerpo para torturarle la mente. Y es que ese pobre cristiano, Dios le perdone todo, sacrificó a más de cinco mil animales en su vida, sin contar los pobres venados, lapas y picures cazados más allá del caño Yaguara". "Ave María purísima, mire, y no estoy empezando un rosario nuevo. Por eso es importante el temor a Dios y comulgar todos los domingos, porque así sean ustedes unas chismosas pendientes de criticar a los demás, la divina misericordia del señor garantiza el perdón. Pero, ay de la gente así, Dios nos pagará las oraciones que elevemos por el alma de éste ser". Fueron días continuos de espeluznantes alaridos, tan similares a los de una res degollada que no se daba por sentada otra razón que no fuera el castigo de Dios por la crueldad de su faena. Boqueaba durante largos ratos, paraba por algunos minutos y cuando lo daban por muerto, soltaba gritos desgarradores que hacían persignarse a todos. La tarde del sepelio, el mismo zamuro que acompañó la agonía postrado sobre el caballete de su casa, voló hasta el cementerio en actitud de escolta fúnebre. Era sábado y apenas cayó la noche, se vistieron de limpio los hombres del caserío para echar alguna bailada donde se formara la parranda, no muy difícil de detectar y ser bienvenido porque todos se conocían. Fue don José el primero en avistarlo, según él, mientras atravesaba la zona del esterito por el canal de riego. Era él y no podían caber dudas, flaquito como siempre y medio encorvado por el peso de los huesos en la mochila. Era su sombra de verdaíta, como que se llamaba José María Tovar. Asombrado, cuando llegó al baile en casa de los Morales, le contó a todos que el espanto de Luis Jaspe ya andaba penando por el pueblo, cargando con los huesos de las bestias que mató en vida, una mochila de huesos fíjese usted y que ojalá Dios se apiade. "Lo mejor es que te vayas a dormir, Octavio, son las nueve de la noche y ya me contó doña Venancia que Luis Jaspe anda penando con una mochila de huesos de reses en el lomo como castigo eterno. Si va pasando y ve a los niños fuera de su hamaca, les deja el saco sobre ellas para espantarlos y darles una lección, porque tienen que hacer caso". Nuno, 13 de abril del 2023 |
Hermano te felicito, de verdad quedó magnífico.
ResponderEliminarMuchas gracias hermano
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