La deportación es usada por los
Estados cuando el extranjero viola una o varias de sus leyes migratorias, entre
ellas: permanecer más tiempo que el estipulado por las autoridades, haber
ingresado de manera irregular, atentar contra el orden público, tener una
condena judicial. En fin, las deportaciones o expulsiones es un tema harto
escabroso que siempre aguijonea al migrante venezolano.
Quien eche una ojeada en la web
podrá percatarse que en cada uno de los países que son nuestra referencia
obligada nos han deportado, obviando que requerimos protección internacional
por razones humanitarias. Estas deportaciones muchas veces toman la arista de
un show mediático o se circunscriben en la clandestinidad. Lo cierto es que el
tema tiene mucha tela que cortar.
Si se pregunta cuántos venezolanos
han sido deportados, en el último lustro, de Estados Unidos, Panamá, Brasil,
México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Trinidad y Tobago – sólo por
mencionar países del continente americano – creo que nadie dará con la respuesta.
Lo cierto es que el número es alto, doloroso, preocupante… como preocupante fue
la deportación de 29 de mis conterráneos, entre ellos 16 niños, de la isla de
Trinidad y Tobago el 22 de noviembre de 2020.
Imaginarlos, cual balseros,
expuestos al frío y a los miles de peligros que suscita el hecho de estar en
mar abierto por un tiempo prolongado me oprime el pecho. ¿Para qué sirve el
Principio de No Devolución? ¿Para que existen los exhortos de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y de la Organización de las Naciones Unidas
si ocurren actos deleznables como este?
Estoy de acuerdo que se expulse a
los que atenten contra la tranquilidad de la nación que les dio acogida (como
el caso de los 59 paisanos que fueron expulsados de Colombia por participar en
actos vandálicos en Bogotá, cuando se realizaban las marchas del paro nacional
del 2019). Pero no puedo estarlo cuando se expulsa a personas cuyo único delito
consiste en huir del hambre.
Sé que somos la piedra en el zapato
de muchos mandatarios del mundo y a esos mandatarios quiero pedirles que apelen
a la memoria (Venezuela albergó europeos, latinoamericanos, árabes, asiáticos)
para que, de una vez por todas, nos extiendan sus brazos.
Francisco Aguiar
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