Ir al contenido principal

Entradas

Yenifer

Los dolores de parto le hicieron maldecir la vida y el hijo que traía al mundo. Yenifer tenía 14 años y apenas entendía el proceso en aquel hospital triste y exiguo; hay cosas que los niños no comprenden. Muy rápido se convirtió en mujer, como pasa en los pueblos del llano. No más sus senos templaron, sus caderas engrosaron y sus nalgas se abombaron, los vernáculos del lugar, criados como sus padres, iniciaron sus rituales codiciosos. Su madre la abandonó junto a sus dos hermanas. Desapareció un caliente día de marzo luciendo un vestido de pana que bien marcaba su aún tierna figura de treintañera. Dice la gente se fue a Calabozo en busca de un coleador errante que le había prometido amor eterno y una vida de parrandas de violín. Vio su primera regla a los 12 años, aterrada buscó a su hermana mayor y le contó lo sucedido, no alcanzó a entender entonces la dimensión de la frase escuchada: -Ya eres una mujer, hay que buscarte un hombre para que te mantenga-. Yenifer es...

ALENTADOS

La mayoría de la gente viene prendida en desaliento, abunda en el mundo y les marchita el alma. Algunos, solo unos pocos, transmiten aliento, parecen cantar en cada palabra, ellos confiesan que, gracias al desaliento, hoy están alentados. De la serie de poemas en prosa, "Conversaciones con samán"

Carlitos, el 10 del Paso las Negras

La madrugada de aquella histórica semifinal, su padrastro golpeó a su madre y hermanito. Cada episodio similar dejaba un halo de tristeza y desaliento en Carlitos, el 10 del Paso las Negras, el zurdo que dribla a todos en la sub 14. Sus ojos contenían las lágrimas, de nuevo violencia en casa y, por otra parte, Venezuela perdía 1-0 ante Uruguay por las semifinales del mundial sub 20, corría el minuto 89 y no parecía haber por dónde. Estalló en llanto cuando Samuel Sosa clavó en el ángulo aquel tiro libre, no podía gritar y se tragó cada letra del gol, hipeando de alegría y desazón. Vio la prorroga en silencio y lloró con más ganas luego que Wuilker Fariñez tapó el penal que ponía a Venezuela en la final. Se fue a la cama y murmuró plegarias que de nada habían servido hasta entonces, pero que aliviaban su alma tribulada e inquieta. Carlitos no conoció a su padre ni su padre lo conoció a él, murió luego de un disparo en la cabeza mientras huía de un robo. Lo dejó estando en e...

Tatuarse

La gracia de la palabra no fue concedida a unos pocos para saciar déficits de atención surgidos en la infancia, al menos eso creo. Este “don”, considero, es para ayudar un poco a la comprensión de un mundo complejo y que ofrece más dudas que respuestas, es para hacer magia con las palabras usándolas sutilmente, como la artesana que teje un chinchorro con los colores de la bandera venezolana. Perdonen la reflexión del primer párrafo, estoy seguro que dieron click a este enlace porque vieron que hablaría del hecho de tatuarse, y a eso voy, tranquilos. Desde que me tatué hasta que escribí esto, han pasado 13 días, así que puedo contarles mi experiencia, sé que le interesa a varias personas, especialmente a los que quieren hacerlo y dudan sobre dar este paso y necesitan argumentos de peso para, de una vez por todas, enfrentar sus fantasmas.    Tatuarse es como sellar una unión indeleble entre tu piel y tu alma, una especie de pacto cargado de profundo simbolismo y, si es e...

Chimoero

Chimoero a la derecha en una vieja vista del estadio de Las Vegas "El catcher es González", frase dilecta de las muchas que oí de su voz recia, fuerte y firme, la misma cuales ecos retumbarán para siempre en cada rincón del estadio de Las Vegas. En contraste con su voz y carácter de Sargento, está su figura enjuta y piernas flacas, en su piel morena oscura destacan grandes ojos negros, esos infalibles en los detalles, los que veían poca melodía en un wine up, mala sincronía en un swing, poca elegancia en el fildeo o mezquina entrega en la jugada. Recuerdo cuando entraba al estadio y saludaba: "Epa, muerto". Su mano siempre empuñaba un bate lánguido y desvencijado, llamado fongo, ideal para dar flys y rollings a sus entrenados. Chimoero vestía sencillo en cada practica, mono de pelotero, franela deportiva y gorra medio puesta. Era la misma pinta con la que repartía la correspondencia de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela, faena a la...

Mi escuela dilecta

Tenía una ansiedad conocida, la misma sentida en el calentamiento de un partido importante, como aquel ganado a Distrito Federal en San Juan de los Morros gracias al cambio de velocidad envenenado del zurdo Oswaldo Benaventa. Llegué a Ciudad Cojedes el 15 de septiembre de 2014, tras volver polvo la burbuja de cristal que me cubría. Tenía miedo, cómo no, dejaba atrás una profesión que me regaló conocimientos y sobre todo, amigos. Pero ya estaba, la intuición gritaba al oído, era hora de cerrar aquel ciclo y convertir mi hobby en profesión, la vida me dio un vuelco. En este jardín de senderos que se bifurcan, como llama el buen Borges a la vida, me ha tocado aprender siempre por lo más difícil y eso, creo, es maravilloso. Antonio Yuniz recién tomaba riendas, me abrió las puertas y debo decir GRACIAS; José Sandrea aguardaba la mano amiga de un desconocido, un personaje curtido en faenas periodísticas, pintoresco y bipolar, también debo decirle GRACIAS por ser un maestro. Ni...

Mi amigo Bernabé

Por fonética o sólo para no forzar su garganta, me decía Jeito en lugar de Héctor. Lo conocí en mi alegre paso por la Empresa Socialista Pedro Camejo, la CVA de las maquinas, como la llamaban en el pueblo. Bernabé es un viejo firme, con ojos verdes de gato astuto, la piel curtida por las sales de la vida y de formas lentas pero confiadas. Era uno de los tractoristas más experimentados de la institución, su acento guaro delata su origen. Llegó al Charcote convocado por la lucha de tierras y allí permanece, ya en otro contexto de la historia. Bernabé nunca decía no, cigarro en mano me miraba con complicidad y exclamaba: "Usted si jode Jeito". Cuando algo salía mal y me veía obligado a interpelarlo, se excusaba con una de las frases más tiernas que oí jamás: "Yo toi viejo Jeito".  Hallaba un apodo para todos, al jefe de seguridad, de apellido Kowalesinski, le decía Kawasaki, al jefe de taller le decía fresita, y a Yurancis, su amada y consentida, la llam...