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Crédito: Daka 19 |
"Vivamos de corrido, sin hacer poesía,
aprendamos palabras de la vida". Silvio Rodríguez.
Por Héctor Nuno González
Esto pudo ser un podcast, pero le llevaría la contraría a los objetivos planteados en esta serie de ensayos escritos, buenos para nada pero hechos ¿para qué?, pues para quitarle discípulos al proceso deshumanizante y fabricante de robots lectores de un párrafo.
No, amigos, no todo puede explicarse con dibujitos y resumido en un tuit. El argumento, que según Oxford Languages, es el "razonamiento que demuestra, refuta o justifica algo", es necesario en nuestros procesos dialécticos.
Se han preguntado ¿desde cuándo no ven a una persona, de cualquier edad, leyendo un libro a la sombra de un samán, en el autobús, o en la cola del banco, o en las otras docenas de colas existentes en Venezuela?
No pasa esta discusión abierta por el formato de la lectura, si es física o digital, es más bien un asunto a revisar en distintas esferas de nuestra sociedad, el sistema educativo, nuestras costumbres, la ausencia actual del estado de bienestar, la forma como cambiaron el mundo las redes sociales, la tecnología, entre otros. La gente no lee por placer o lo hace poco, ahora revisa mil cosas buscando información, sin profundizar en nada.
Y cómo haremos entonces cuando los adolescentes de hoy, en unos años, sean adultos incapaces de construir un párrafo coherente, de hilar argumentos sólidos, de analizar procesos y profundizar en conversaciones. Hay excepciones honradas, claro, sobre ellos debemos verter abono y nutrientes del intelecto a cada rato, porque TikTok y compañía aceleran cada vez más el proceso de estupidización de la gente.
Desconozco el proceso actual, pero a mí generación la mataron de tedio obligándola a leer "La Ilíada" en cuarto año de bachillerato, como si esa maravilla universal fuera fácil de comprender para un adolescente. Si el sistema de gobierno educativo y social estuviera en el camino correcto, otras fueran las consecuencias y las palparamos en la calle con más espacios humanizados y adecuados para la lectura, la música, el arte y el teatro; es como si Simón Rodríguez y su máxima de enseñar a pensar no tuvieran cabida.
Paulo Freire estaría muy decepcionado por lo mal que hemos procedido con la pedagogía de la esperanza, en el disfrute por construir un mundo mejor en el que no se hable de las cadenas de oro del reguetonero y del perreo de las chicas en su nuevo video.
Les parecerán vainas de un prosista, pero del fondo no saldremos sin lectura, preparación y argumentos. Más bajo puede caerse siempre, la anarquía de nuestra cotidianidad ausente de espacios y momentos de sosiego, nos hace cavar un poco más, cada día, nuestra propia tumba.
¿Quedarse de brazos cruzados?, nunca. Los prosistas, igual que los trovadores como Silvio, fuimos hechos para soñar al sol y para decir cosas que despierten amor.
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