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Por Héctor Nuno González
Sobre la ciudad de San Carlos pueden escribirse muchas cosas, en especial por su gente amable y solidaria, hospitalaria y alegre. Crecí oyendo cantar a papá sobre aquellas cosas viejas y el valor que tienen, sobre el calor que el Río Tirgua se encarga de apaciguar.
Tan fácil de amar y de odiar. ¿Quién puede estar feliz en una ciudad que no se organiza para evadir su perenne calor? ¿Quién puede vivir tranquilo en una ciudad con tan malos servicios?. Usted no puede, por ejemplo, ir de Los Colorados a San Ramón en transporte público porque en este apartado San Carlos es top tres de Venezuela por lo malo. Ni en tiempos de bonanza fue bueno, solo había plata para pagar una rauda e imprudente mototaxi.
San Carlos es también su ocaso, la tarde serena y la pronta llegada de la triste noche que inspiró al poeta Juanito Navarro. Y vaya que es triste, la oscuridad reinante y sus sombras distorsionadas nos meten como en otra dimensión, por eso la vida nocturna está lejos de ser cultural y en algunas ocasiones recuerda a Francisco de Miranda: Puro bochinche.
Fácil amar también el "caminito sancarleño que del llano se desprende" (Rafael Suárez), llegar a las orillas del río a disfrutar del verde y la bondad de las aguas que bajan desde las montañas de Yaracuy.
San Carlos, esa ciudad del aeropuerto circular (Eduardo Mariño), parece condenada por todos los sistemas al atraso perenne. Revisando literatura del siglo pasado, en especial la del ilustre narrador Héctor Pedreañez Trejo, se puede notar el eterno olvido, tremedales de kakistocracia que se tragan las ideas y las buenas intenciones; el latifundio v los testaferros promotores de la desigualdad, el espíritu parcelario del llanero.
La tierra del mango ve pasar connacionales que van o vienen gracias a su ubicación, algunos oyen ecos de viejas leyendas y dichos urbanos: "Si te bañas en la Bocatoma te quedas para siempre", "estamos acostumbrados al calor", "más perdido que María Bravo", "cayó madre palo de agua".
Dicen los historiadores que Bolívar usó la ciudad como cuartel general para planificar la estrategia definitiva que lo llevaría al triunfo en Campo Carabobo, siendo esta la mención más ilustre en texto escolares y de diferentes tipos, pero nunca se menciona a la ciudad para planes macro de desarrollo agroindustrial, de infraestructura o servicios. Visto metafóricamente desde la capital sigue siendo monte y culebra, sigue inspirando a estúpidos como los del Chiguire Bipolar y su sátira chicharronera.
San Carlos es amable por su gente, por los Isaías Medina López, los Eduardo Mariño, los José Daniel Suárez... Fácil de amar por sus cantores y frondas centenarias hasta aquí respetadas, pero fácil de odiar también por su calor asfixiante y dinámica social anarquica, por el ego parcelario del llanero y la eterna sumisión ante el "patrón".
Perfectamente definida
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