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Más jóven que nunca

Por Héctor Nuno González Caminó como nunca el día que cumplió 70 años. Se negaba con vehemencia a consentir los estragos del tiempo y distraía frecuentemente su cuerpo cansado paseando en la sabana. Recorrió 20 kilómetros en línea recta por el antiguo Camino Real al Apure, adoptado por su corazón tras una infancia llena de montañas y quebradas de aguas claras. Notó más imponentes los centenarios samanes y ceibas, más intenso el verde del llano y más afinado el canto de los pájaros. Escogió como meta una antigua casona de patio grande y galpón para máquinas, donde otrora los “musiús” daban alojo a peones extenuados. Lo recibió una mujer de piel agrietada, sonrisa dulce y mirada compasiva. - ¿Cómo está? Pase adelante-. Hablaba con pasión, como un arpista cuando ejecuta su instrumento. -Usted venía caminando, se le ve en la cara, siéntese que ya le busco agua y monto la olla para el café-. Dio las gracias y se presentó como el cumpleañero caminante. -¿A cuánto queda el río desde aquí?-, p...

Al que me robó el libro de Cortázar

Por Héctor Nuno González  Espero hayas entendido, después de mil repasos, lo que Julio quiso decir con eso de las "tres fases de un escritor". La gente sí roba libros, no crean en esa imagen que circula en redes sociales donde se asegura lo contrario.  Aquel libro maravilloso me lo hurtaron durante la presentación del primogénito literario de Nelson Campos Latouche, durante el episodio 4.567 de la serie "Mala administración de mis sentidos". Clases de literatura de Berkeley, con dedicatoria de mi hermana: "Para mi promesa de escritor. Sol, 06 de diciembre de 2017".  ¿Imaginan ustedes un mejor regalo de cumpleaños? Yo no, por eso dolió tanto. Ojalá regales al mundo algo tan grande como "Rayuela", o seas capaz de narrar algo como "Continuidad de los parques". Ojalá el robo haya valido la pena. No puedo desearle mal a un lector de Cortázar. Solo espero que ánimas sedientas te atormenten con historias ininteligibles por un par de años y ese...

El ocaso de los peloteros, el alba de los escritores

 "Los Yankees no firman vacas" , Raúl "Chingo" Ortega Por Héctor Nuno González  Se retiró Miguel Cabrera, el más grande que ha parido la madre tierra Venezuela y con números de leyenda para el béisbol de las Grandes Ligas. Jugó 21 temporadas, tiene apenas 40 años y una vida por delante. Recuerdo al poeta Francisco Aguiar mientras conversábamos en la sala de redacción del diario que nunca pagó las prestaciones sociales de su gente, Ciudad Cojedes: "A esa edad, los poetas apenas estamos empezando". La obra que encumbró a Gabriel García Márquez fue publicada cuando tenía 40 años. Ya tenía rato escribiendo y buscando su lugar en la historia de la literatura hasta que "Cien años de Soledad" fue "por fin pegar el boche", como dijo uno de sus amigos. Eduardo Galeano escribió "Memoria del Fuego" y "El libro de los abrazos" mientras rodaban sus cuarenta y pico; cuarenta y pico también tenía el profesor Tolkien mientras consol...

Domingo en la mañana

 "La poesía existió antes que la literatura" . Jorge Enrique Adoum  El país siguió borracho en los años oscuros. Cuándo no, los amores consolidados y contrariados, el anhelo de la patria ideal. Quejarse en prosa requiere empatía, y la empatía se logra mirando desde un ángulo distinto.  Por eso salí a correr aquel domingo en la mañana, cuando casi toda la ciudad dormía la borrachera. Un samán citadino cobijó el circuito anaeròbico, muy similar al centenario sabanero que contaba historias a mi abuelo.  Correr y caminar sirven, en el caso de los poetas, para encontrar sentido y coherencia a párrafos inconexos. San Carlos, la del aeropuerto circular donde amaestraba gatos el poeta Eduardo Mariño. San Carlos, la de Héctor Pedreañez Trejo, llamada "ciudad triste bañada por el Tirgua". No hemos cuidado el agua del río, como Las Vegas no cuidó la del caño Buen Pan ni Valencia su Cabriales. Todo poeta debe comprender primero su parte para luego entender el todo. Solo así la ...

La leyenda de la mochila de huesos

Ilustración: María José González Al poeta Ysaac Mujica, por regalarme la idea de escribir este cuento  Por Héctor Nuno González  Recién empezaba el caserío llamado Las Vegas, no existían las canciones de cuna pero sí las historias de chinchorro, como aquella leyenda surgida tras la extraña muerte de Luis Jaspe, el encargado de sacrificar las reses previo pitido de cacho en el ocaso.  Buenos tiempos aquellos, para que los niños se durmieran temprano había que aterrarlos diciéndoles que un saco de huesos aparecería en su hamaca. Las condiciones en las que murió Luis Jaspe fueron suficientes para alimentar los rumores populares en un cacerío pequeño y que todavía desconocía el nombre que la ciencia le iba poniendo a las enfermedades.  Aquel verano hizo más calor que nunca, inmensas nubes de humo hacían aún más sombría la tarde predecesora de una noche muy oscura. La electricidad ya inventada en el mundo todavía no se instalaba por aquellos lares y las sombras causadas p...

Los comisarios

Por Héctor Nuno González  Faustino Morales era el comisario mayor de Las Vegas en los años 40, la primera autoridad civil y el encargado de encausar a todo aquel que se atreviera a distorsionar la paz y el orden. Tito era un comisario menor, encargado de velar por el orden en todo el sector que llamaban El Espinal hasta la zona que los “musiús” nombraron San Marcos. Aureliano Valor, llanero fuerte y recio, se encargaba desde Camoruquito hasta Flor Amarillo. Todos podían ejercer el cargo sin que este les impidiera realizar otras actividades cotidianas o labores como las que Tito realizaba en El Charcote, las de liniero. Un julio lluvioso, Tito debió poner en cintura a dos niños que se robaron la cosecha de maíz amarillo del conuco de María de la Cruz Mena, eran los hijos de la partera Doña Eloisa González. Eloisa lavaba la ropa en el caño Buen Pan, cuando vio pasar a sus muchachos con un saco lleno de mazorcas tiernas, ideales para sancochar. Los viejos de antes eran gente muy h...

Quinchonchos de ayer

Eran los 80 y mandaba Lusinchi en Venezuela. Luis María estaba hambriento y cansado de tanto comer quinchonchos.  Fue a casa de su suegra, la amable doña Rosa, y le pidió algo de comer. Ella contestó llena de ternura y pena: -Caramba mijo, yo lo que tengo allí son unos quinchonchos de ayer-.  Nuno, 29-03-2022