“Disentir
es uno de los derechos que le faltan a la Declaración Universal de los Derechos
Humanos”. José Saramago.
Por Héctor Nuno González
Resignar
la carencia en Dios es una de las características de nuestra sociedad, también
una de las razones de nuestro atraso material y cultural. Basta oír un programa
de radio, hay todo tipo de frases: “Somos hijos de Dios y aguantamos, pero
caramba hasta cuándo”, “Dios algún día se apiadará de nosotros y hará justicia”,
“tanta brujería es lo que nos tiene acabados”, “Dios proveerá”.
Son
tiempos oscuros y de privaciones, la desigualdad en Venezuela se ha
multiplicado en los últimos seis años, aumentó la pobreza extrema y es curioso
para este servidor ver que se justifica una mala gestión en frases como: “Este
gobierno se la pasa haciendo brujerías y esas cosas con los santeros y paleros,
por eso estamos así, Dios nos tiene castigados”.
Todos
esos dioses en los que cree nuestra sociedad, del que no me importa ninguno por
lo que no traigan a este debate cual es el “verdadero”, pasan por bola las
cosas que sus creyentes dejan en sus manos.
El
viejito que murió pobre en el llano y que lo fue toda su vida producto de la
opresión de un sistema, dejó siempre en “manos de Dios” la esperanza de una
mejor calidad de vida, Dios nunca proveyó. Las sociedades mejor organizadas y
felices no dejan nada en manos de seres imaginarios.
Un
buen poeta y locutor mentaba hace poco en la radio: “Somos nosotros los que
sufrimos, pisándonos unos a los otros y etiquetándonos por las religiones que
profesamos, mientras tanto los jerarcas de todos esos movimientos religiosos se
reúnen a tomar whisky y comer carne”.
La
Biblia, ese libro de consecuencias espantosas para la humanidad, nos deja en Mateo
5:3-11 todo aquello que las cúpulas religiosas han utilizado en contra de las
masas para enriquecerse.
Ataco
al sistema, no a los religiosos, no puedo ser indiferente ante ello. Imagino que
si Jehová, Jesús, Olofin, Alá, Odín, Buda o el que sea es tan “superior”, no
debería ofenderse por lo que escriba un detractor.
Igual
que el maestro Saramago, no intento colonizar pensamientos, ya de eso se
encargan las religiones y los politiqueros de hoy día, más bien pretendo llevar
otro tipo de calma y sosiego para quien busca respuesta antes de accionar.
Nuestra
sociedad debe zafarse del culto al sufrimiento. Casi 200 millones de personas
viven en la pobreza en América Latina, lugar donde las alianzas entre los
gobiernos y las religiones se encargan de aumentar esos números cada día, asegurándose de que repitan: “Si Dios quiere”.
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