“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere
decir tomar partido”.
Por Héctor Nuno González
Con
la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario promulgada en diciembre de 2001, se
abrió un nuevo panorama para la agricultura venezolana, la premisa principal
fue erradicar el latifundio y la tenencia de grandes extensiones de tierra como
sinónimo de riqueza injusta y explotación del hombre.
En
2004 ganó frontalidad esta lucha que cobró la vida de cientos de campesinos,
decía Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese
claroscuro surgen los monstruos".
Mi
buen amigo Héctor Herrera, con la experiencia y capacidad suficientes para
contrastar épocas, tuvo la amabilidad de contarme sus andares por Cojedes,
Yaracuy y Apure en los años donde la tierra, el crédito, la maquinaria, asesoría
y varias cosas más, fueron puestas en manos de los productores con resultados
muy malos en la mayoría de los casos (siempre hay honradas excepciones).
Con
Héctor coincidimos en la Empresa Socialista Pedro Camejo y vaya que sabemos de
lo que hablamos. El buen tocayo atribuye todo esto a tres factores
fundamentales que mucho tienen que ver con tantos años de opresión, cito
textual y suscribo cada palabra:
·
Falta de Preparación:
el pueblo productor o campesino, no estaba preparado para asumir su papel
protagónico en la construcción del nuevo rumbo productor, no tenía conciencia
de lo que era trabajar para un bien común, ni idea del cooperativismo, “No se
puede poner las medias después de los zapatos”.
·
Ausencia de personal idóneo: los funcionarios responsables del manejo y operatividad
de la estructura institucional de producción, desconocían a cabalidad el campo
en el cual se desempeñaban, o para el cual se habían formado, militares
ejerciendo cargos para ingenieros o técnicos, políticos decidiendo acciones
técnicas o prácticas, amiguismo en el otorgamiento de beneficios por ejemplo.
“Zapatero a su zapato”.
·
Corrupción:
es el peor de los males, este se ha arraigado tanto que ya su combate se hace
bien cuesta arriba, funcionarios desde el más bajo nivel hasta el más alto; los
inspectores de los entes financieros cobran comisiones por exonerar “pérdidas”,
productores que desviaban los recursos de los financiamientos, venta de los insumos agrícolas, reportes
amañados, discrecionalidad en el otorgamiento de financiamientos, “ventas” de
las tierras entregadas, manipulación de informes en los procedimientos agrícolas,
“ventas” de carne en pie y en canal, “cobros de vacuna”, contrabando, etc.
Continúo
citando a Héctor Herrera: “Las consecuencias de todo este descalabro, pone en
riesgo la justa lucha contra el latifundio, puesto que pone en la balanza la
producción y bienestar de la población en general contra la desigualdad,
injusticia y mejoramiento en la calidad de vida de la población rural”.
Sabias
palabras que invitan a la reflexión y a cambiar el rumbo de las acciones sobre
la tenencia de la tierra y la producción. Soy amigo de la completa erradicación
del latifundio, el de siempre y el mutado: grandes predios que son de algún General/Mayor/Diputado/Alcalde
sin nombre.
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