Mientras los oprimidos sigan sin ser
conscientes de las causas de su condición fatalista, aceptan su explotación. Paulo Freire
Por Héctor Nuno González
Es
importante recordar que el latifundio fue traído por los europeos en su proceso
de colonización, era una especie de concesión o poder otorgado por los reyes que
se decían enviados del Dios católico y romano que terminó impuesto en estas
tierras.
El
desigual sistema hizo y sigue haciendo mísera la vida de nuestros campesinos. Como
herencia, inercia y posteriores leyes protectoras de los hacendados fueron configurándose
los distintos pueblos rodeados de haciendas gigantes, como ya hemos mencionado
llegaba la gente buscando trabajo y se quedaban en los lugares cercanos.
Fue
clave el artículo 107 de la antigua Ley de Tierras Baldías y Ejidos, que
establecía:
Los trabajadores de los inmuebles,
fincas o fundos rurales, que ocupen casa conjunta o separadamente con sus
dueños, sin pagar alquileres, y reciban un salario en remuneración de sus
servicios, solo tendrán derecho a recibir parcela en los casos siguientes: a)
Cuando, dentro de un radio de cinco kilómetros contados a partir de cualquier
punto de la finca en que trabajen existan ejidos repartibles con parcelas
vacantes, después de satisfechas las necesidades del correspondiente Municipio.
b) Cuando, dentro del mismo radio determinado en la letra a) de este mismo
artículo, existan expedientes de concesión o ampliación de ejidos, los
trabajadores de las fincas que lo soliciten expresamente tendrán derecho a que
se les incluya en el censo correspondiente y a recibir parcelas. Parágrafo
Único: No se considerarán como trabajadores afectados por este artículo los que
cultiven y exploten la tierra por cuenta propia como arrendatarios, aparceros,
medianeros, terceros, etc.
Sobras
para los peones y descendientes de loa antiguos esclavos. Así nació Las Vegas,
Arismendi, Ortiz y otros pueblos similares, lugares con numerosas carencias estructurales que en
buena parte van asociadas a la desigualdad heredada. Claro que las autoridades
municipales actuaban encompinchados con los latifundistas.
Tanto
caló este sistema bendecido por la iglesia y los curas que venían a evangelizar
a los indígenas “sin alma”, que cuando se concretó el sueño de muchos
luchadores sociales del pasado de repartir la tierra de forma más equitativa,
varios salieron a defender a los latifundistas. En Las Vegas algunos parecen
extrañar a los ingleses, algo parecido a los negros que se regresaban de
Barlovento a las haciendas de sus “amos”.
Pero,
¿es acertado el método actual? Para mí no y lo escribiremos en su momento. Con
experiencias de lo sucedido en Cojedes, Apure y Yaracuy.
El
empeño por erradicar la servidumbre del campesinado es aún insuficiente. Siguen
los salarios de hambre en los fundos, a pesar de los esfuerzos por el
alfabetismo y que ya no es del 80 por ciento pasado, este ha mutado y se
expresa de otras formas.
El
problema de la tierra no es solo venezolano, es latinoamericano, el sistema
oprimió y mató en las mismas formas a los trabajadores de la industria bananera
en la Ciénaga colombiana como a los pobres habitantes del Ortiz afectado por el
paludismo a principios del siglo XX.
La
herencia de este sistema, cultural y material, mantiene altos índices de
pobreza, analfabetismo y desigualdad en el antiguo Charcote ahora de los “campesinos”.
Nuestros niveles de aprovechamiento de las tierras cultivables siguen en el
subsuelo.
MICRO CUENTO DE PAULO FREIRE: Me fijé en un
campesino y le pregunté ¿cuántos hijos tienes? Tres – respondió. ¿Sacrificarías
a dos de tus hijos sometiéndolos a sufrimientos, para que el tercero pudiera
estudiar? No – respondió… entonces ¿será de verdad Dios quien hace esas cosas?…
No. No es Dios quien las hace. Es el patrón.
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