Por Héctor Nuno González
“El amor florece en medio de la peste”. Gabriel García Márquez.
Domar
la nostalgia durante los años oscuros es realmente duro. Muchachos de barro y
polvo, despedidas superando a los reencuentros, casas muertas, charcos de
infamias puercas, ruinas y almas en pena, el humo de leña verde.
Debo
hallarme una y mil veces entre ecos de sapos y lechuzas, sacudir el embrujo de
la carencia y levantar el rostro buscando esperanzas en el viento.
La
nostalgia no descansa ni respeta, entró en la siesta cotidiana de mamá y en la
caminata matutina de papá. Fulminó los músculos de primos briosos y tíos
fundamentosos, desgastó mis deseos de anglo parlar.
Junto
a mis amigos soñadores, verdaderos soñadores, llegamos a una conclusión común: NUESTRA GENTE MUERE ES DE POBREZA.
Les
mintieron, la pandemia no está haciendo mejor el mundo, por el contrario
agudiza sus injusticias. Tampoco estará mejor cuando culmine, por hacer queda
mucho y me sumo al llamado del buen Argimiro, porque los incansables somos
también incorregibles: "Para los incansables el día a día es
interminable, pero cuan arco iris, al final, está la gran botija de felicidad
que aporta el universo creador de la esperanza."
Nostalgia
indomable y tozuda, bienvenida eres como parte del viaje. Deberás lidiar con
mi entusiasmo congénito, con mis ansias de soñador insaciable, deberás rendirte
ante mi constancia de labriego.
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