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Al calor de la prosa: Esclavos de la tristeza

Sean estas líneas una especie de reflexión para esquivar a los esclavos de la tristeza y alejarse todo lo posible de ellos, de esos que piensan que porque están tristes el mundo entero tiene que estarlo y todo es un espejo donde quieren proyectar sus miserias.
Las redes sociales masificaron las emociones y, en eso de los "fenómenos virales", la tristeza, soledad y déficits de atención se multiplica por cientos, miles y a veces millones. 
En los 60 o 70 del siglo pasado, cuando Carmelita Pérez quedaba embarazada por quinta vez en cinco años, nuevamente del marido irresponsable que no presenta a sus muchachos y sin ni siquiera cumplir los 18, su tristeza y angustia no se masificaba porque no habían redes sociales. 
Imaginen a Carmelita en 2020 con cuenta en Facebook e Instagram, reproduciendo sus emociones y siendo tajante: "Todos los hombres son unos perros" o "Soy una guerrera de Dios".
Lo que yo siento no es el mundo, son mis emociones y experiencias, mi actuar. El mundo verdadero está lleno de puntos de vista, de gente centrada que hace poco ruido. Los esclavos de la tristeza son como el armamento, escandalosos.
En muchos casos no es su culpa, hay una industria que se alimenta del miedo, que lo atiza y cocina a fuego lento. Y lo hace tan bien que produce mucho dinero solo por recomendar estupideces y obviedades.
Los esclavos de la tristeza odian la felicidad y la atacan en cualquiera de sus expresiones. Es verdad que el mundo no es precisamente un lugar justo, pero quédense tristes ustedes solos. 
Preocupa ver tantos chamos indignados y tristes, ofendidos por todo y haciéndolo público en redes sociales. No me agrada caer en el lugar común y la premisa de que tiempo pasado fue mejor, porque no es así. Pero no todo está perdido. 
Es demasiado silencioso el bien y la felicidad. Claro que el universo propende al bien, no dejemos que una maravillosa herramienta tecnológica como las redes sociales sean formas de moderna esclavitud, que la tristeza se masifique y se trafique con ella en cada puerto del mundo.
Si abolimos a los esclavos de la tristeza la gente dejará de pensar que los escritores son solo borrachos tristes y a un paso del suicidio, y se dará cuenta rápidamente de que los poetas son más bien amantes de la belleza y la vida, creyentes acérrimos en el fin ético del universo.

Héctor Nuno González 

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