Desconozco el momento exacto de nuestra historia en que, para ejercer algún tipo de actividad, se empezó a exigir constancia de filiación política como requisito indispensable.
Una ex alumna de la Universidad, excelente profesional por demás, me regaló hace un tiempo una especie de "tesoro sociológico", unos carnets de militantes de Acción Democrática, fechados en 1982 y donde queda buena constancia de la incongruencia de algunos "políticos modernos".
Vaya retrato de nuestra sociedad esa parodia de Joselo, con el cuadro de dos caras y que acomodaba según el afecto político del visitante: Carlos Andrés Pérez si era adeco, Luis Herrera si era copeyano.
No han cambiado muchas cosas, maldita polarización que deshumanizas. A mis amigos dedicados a la política bien o mal entendida, solo les pido que no se deshumanicen.
Antes de la existencia de las redes sociales y la indignación masiva, estas cosas se manifestaban de otras formas. Las circunstancias políticas, sociales y económicas de los últimos tiempos han sacado a flote aspectos muy oscuros, especialmente ese invento que nos cambió la forma de comunicarnos ha hecho muy básicos y cortos de reflexión a los nacidos en este siglo (todos no).
¿Por qué el afán de poner etiquetas? ¿Por qué el color X presume ser una raza superior al color Y? ¿Por qué el irrespeto a la humana dignidad? Una de las frases que más repito en ambientes pedagógicos, posterior a un ejercicio vinculante es: ¿Vieron que fácil es que alguien piense distinto?
¿Superaremos lo que nos divide como sociedad? Creo que sí. Soy escritor y me encantan las utopías posibles. El sistema educativo será fundamental para ello, el romper viejos paradigmas que construyeron una sociedad sedienta de caudillos y mesías, esas figuras que viven de situar masas en bandos distintos, que viven de polarizar.
¡Si mi muerte contribuye á que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!, cuentan que Bolívar dejó escrito en su última proclama y a la que solo se hace mención el 17 de diciembre, cuando cada año se aseguran de que esté bien muerto.
Si acertamos en el futuro (digo futuro porque creo que el actual está errado) con buenos métodos para el sistema educativo, los poetas dejaremos de escribir sobre los colores enfrentados, sobre lo que nos deshumaniza y hace comprar tan fácilmente cualquier circo, con o sin pan.
Solía decir mi dilecto maestro, Gabo: "Lo contrario a la solidaridad es la soledad". ¿Estamos condenados a mil años de polarización? Creo que no, tal vez por esa chispa de esperanza siempre encendida en los contadores de fábulas.
Héctor Nuno González
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