Cuando llegaste había superado la mala hora, pero quedaba todavía un dejo melancólico en los ojos. Tu lo volviste polvo, exorcizaste cada demonio.
Desde que llegaste no ha quedado prosa sin usar, es como si tu sonrisa se encargara de despejar el camino haciéndolo bonito y gracioso, como si hubieras nacido dueña del sendero.
Hace tres años te di el primer beso y hace dos nos casamos. En el 2070 te escribiré una nota de amor como ésta, cada día de plenitud antes de llegar a esa fecha, será el amor un baquiano incansable.
La mejor terapia contra la demencia senil a la que estoy condenado es tu ternura infinita y mirada sincera, no mis torpes borradores de escritor errante.
El día que nos casamos, 20 de marzo de 2018, escribí un texto llamado: SOLO EL AMOR NOS GUÍA.
Creo, explica muy bien las razones por las cuales no dudo de que el resto de mis días los quiero a tu lado y que en el mundo pos Coronavirus, no puedes faltar tú. Ahí va de nuevo:
SOLO EL AMOR NOS GUÍA
Los humanos vivimos sedientos de respuestas, nos complicamos la vida en demasía, olvidamos la intuición y buscamos lo plasmado por los magos de la palabra para hallar aproximaciones. Como por genética ese don me fue concedido, escribí estas lineas en este día feliz.
Crecí en un ambiente lleno de amor, la ternura de las abuelas Maria e Isabel, las canciones de papá, la sonrisa de mis hermanos, la candidez de la tía Cirila y el recuerdo de los abuelos Tito y Augusto; pero, como se distingue la brisa fresca entre el sol de mediodía, hubo un amor superior hallado solo en dos ángeles, en mi madre, Lucy y en mi tía Maria, es decir, en las morochas.
De almas trasparentes como el amanecer del Tiramuto, son ellas las que encierran en si mismas el amor tal como lo concibo.
Sin enredarme en complejidades, el porqué me casé con Alimar no tiene otra razón que no sea la similitud entre ella y mis dos símbolos del amor, así de edípico soy. El desprendimiento para dar sin esperar a cambio, la ternura en sus entrañas, la sonrisa libre de fantasmas, la incapacidad de dañar y la mirada límpida, fueron razones de sobra para decidir sin temor a equivocarme.
Despues de caernos, nos levantamos; despues del desaliento, vino el aliento; solo entonces, una vez conocimos los contrastes, estuvimos listos para encontrarnos y así saber, cuando el instinto exorcizó los miedos, que pasariamos juntos el resto de nuestras vidas.
No hay un camino certero y seguro hacia la felicidad plena, pero identifico en la poesía de papá una frase que sirve de bitácora: Solo el AMOR nos guía.
20 de marzo de 2020
Que viva el AMOR
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