Por Héctor Nuno González
La frase que ilustra el título está inspirada en una canción del buen Alí Primera: "Sino sirve mi canción pa' que se encienda tu alma, queme entonces mi guitarra".
Suscribo la metáfora, si la magia hecha palabra de nosotros los escritores es incapaz de moverte un sentido, de erizarte la piel o evocarte un recuerdo, entonces desechalo.
Aplica para todo tipo de arte. Por cierto que hace poco fue el Día Mundial del Arte. El mundo es un lugar mejor gracias al agujero que abrió Freddy Mercury en el cielo de Wembley, gracias a las pinturas de Leonardo Da Vinci y sus "ciencias ocultas"; gracias a la conexión divina de Don Demetrio Silva con la naturaleza de la que forma parte.
Uno de los precios a pagar por los artistas es ser etiquetados de prepotentes. Y claro porque piensa distinto, sabotea las zonas de confort, los sistemas deshumanizantes o los dioses coléricos. Gracias Michelangelo por llegar al alma con tu arte lleno de mensajes anti sistema.
El estiercol no se perfuma (sigo parafraseando a Alí Primera). Qué sería del mundo sin los "prepotentes" artistas militantes de las causas humanas, sin su abierta intención de liberar el mundo de la barbarie dominante. Qué sería de la sociedad si un cuentista como Argimiro Meléndez no removiera la ternura de nuestros hechos cotidianos. Más almas encendidas y pensantes es igual a menos usuarios de TikTok.
Los artistas no atacamos personas, atacamos sistemas y todo aquello que deshumaniza. Qué sería de la humanidad sin los Galileos, seguro un simple amasijo de cuerdas y tendones (Silvio); qué sería de Latinoamérica si Galeano no le escribiera a los desposeídos y criticara al Dios de su infancia porque es el único de los creados por el hombre que no hace el amor. Qué sería del mundo si Amilcar Alejo no pintara la vida y sus sonrisas.
Loas a los desafiantes y "prepotentes", capaces de remar al contrario, ver lo que la masa no ve. Loas a quienes encienden las entrañas del alma con su arte, que nos invitan a pensar y no a obedecer, a usar el sentido común y no justificar el fin a través de los medios. Qué sería del mundo sin Isaías Medina, sin Héctor Alonso, sin Jaime Nuñez y Rafael Arias.
Alguien tiene que decirle a la gente, de distintas formas, que el mundo no lo hicieron los dioses sino los albañiles (Galeano).
Comentarios
Publicar un comentario