“A
desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquí”. Víctor Jara
Por Héctor Nuno González
Nos
causan ternura ciertas cosas que no deberían, los escritores y otros artistas
latinos somos responsables en buena parte porque romantizamos la pobreza, y es
que si se mira con frialdad no es para nada tierno que las abuelas de generaciones
recientes trabajaran desde niñas como cocineras en los latifundios. Usted,
madre moderna, ¿lo permitiría con su hija?
El
querido Alí Primera no entra en ese saco, el coreano se preguntaba en su
tiempo: ¿Por qué mueren tan temprano los campesinos de mi país? Morían entre
chipo y demagogia, el poder latifundista promovido desde los gobiernos los
oprimió y maltrató hasta volverlos sumisos y esclavos, tal cual hizo Diego de
Lozada con los indios para “fundar” a Santiago de León de Caracas.
Esa
sumisión pesa mucho en nuestra sociedad, esa sumisión en Las Vegas por ejemplo
cuesta altos índice de pobreza, traducida en dolorosas cifras de embarazo
precoz, poco respeto a la naturaleza que nos rodea, crecientes casos de
maltrato a la mujer y un largo etcétera, todo derivado de un sistema desigual y
opresor, del que a pesar de las medidas de los últimos años, no nos liberamos.
La
sumisión a la que me refiero impedía e impide cuestionamientos esenciales, ¿por
qué los patrones tienen casas gigantes y grandísimos pedazos de tierra? ¿Por
qué nosotros tenemos conuco y rancho de bahareque? ¿Por qué la finca del
general/gobernador/alcalde/diputado tiene tantas reses y nosotros solo tenemos
un par?
En
la época de gloriosa exportación de carne criada en El Charcote, comían “salao”
las mayorías solo cuando el hombre de la casa salía a cazar. “Salao” llaman en
el llano a toda proteína animal. En Las Vegas, Tinaco y El Pao encontrarán múltiples
historias de este tipo.
“Erradicados”
ciertos latifundios, ¿por qué los mercaderes del templo siguen aumentando más
que los panes de Jesús? ¿Por qué seguimos viendo como normal que el marido
maltrate a la mujer, o que un hombre la saque del seno familiar para llevárselo
consigo, como si fuera un objeto? ¿Por qué el “patrón” sigue estando en el
cielo y el peón en el infierno?
Esa
sumisión y malos fenómenos derivados del latifundio se manifiestan en la música
llanera: “Soy un pobre campesino, nacido
y criado en el campo yo nunca pude estudiar” – “Seguramente el rico y su capital, solo se ocupa de administrar su
riqueza, el pobre casi no duerme contemplando su pobreza, soñando con el
destino cuál será su mala suerte” – “Queréis
que te atienda gabino, queréis que te bese gabán, queréis que te alise el copete,
queréis que me ponga a lava, que te planche el liqui liqui si es que vas a
parrandear” – “Así era que tú querías
negrito lindo verme con la barrigota pa
después abandonarme”.
Escribo
para invitar a pensar, es uno de los primeros pasos para salir de la sumisión
congénita. Sea este espacio una invitación permanente a romper las cadenas que
nos oprimen y atrasan como sociedad, erradiquemos “costumbres” del llano que
más bien deberían llamarse malas costumbres.
PD:
Gracias a quienes comentaron por varias vías la primera entrega de esta serie,
gracias por las luces aportadas. Seguimos adelante.
Comentarios
Publicar un comentario